Hoy me animo a escribir estas palabras, después de ver en el portal de SOLOVENEX, una gráfica donde aparezco junto al profesor José Omar Pastoriza que me hace recordar tantas cosas de nuestra historia, de nuestro pasar por el fútbol y de algo que jamás olvidaré, el valor por la familia.

¿Por qué valoré tanto este proceso del “pato”?, por razones múltiples, desde su llegada o antes de ser contratado, comencé a sentir qué era el aprendizaje, escuchar y observar a un ser que jamás había escuchado su nombre. Así les contaré brevemente como se inició esta historia en 1998.

Septiembre de 1988, Rio de Janeiro, Brasil. Selecciones Sub 17 y Sub 20, al mando de Lino Alonso, nos encontrábamos concentrados en un cuartel de bomberos, 40 jugadores, como por ejemplo Ricardo David Páez, Juan Arango, Renny Vega, Miguel Mea Vitali, Giancarlo Maldonado, Andrés Rouga, entre otros.  Todos éramos una familia unida. Lino me decía, “Napo mientras entrenamos aquí, busca en todo Río, partidos amistosos». Enseguida preparamos una cartelera y la pegue en mi cuarto de oficiales. Allí, en esa pizarra, al llegar en la tarde, anotaba el resultado del día. No había como comunicarnos con nadie, tenía que aprovechar en mis diligencias y llamar a la FVF. Recuerdo que me llevaba los números de algunos familiares de jugadores para darle noticias de ellos. En una de esas llamadas, me dicen te estamos buscando desde hace tres días, ya conseguimos el técnico para la Selección. Lo que falta para cerrar, es que él quiere tomar la decisión una vez que hable contigo, porque dice que se ha enterado, que elúnico que le dirá la verdad de esto eres tú. Así que debes reunirte con él en Rio de Janeiro”.

A la llegada de su vuelo procedente de Buenos Aires, dos directivos de la FVF, se encontrarían en un Hotel de Copacabana, esperando la reunión entre »El pato» y yo.

Casi tres días después de esta llamada, se ajustaron los detalles de este encuentro, me fui desde el cuartel de bomberos, ubicado en Guadalupe, hasta el aeropuerto Santos Doumont, no sabía cómo distinguir a Pastoriza, tampoco yo estaba vestido uniformado de la Selección, porque  salía de civil a trabajar y esta era una situación especial para mí, me sentí honrado de que este personaje quisiera hablar antes conmigo antes de tomar su decisión, desde allí comencé a sentir que yo tenía valor en esto.

Llega el vuelo de Aerolíneas Argentinas, anuncian por el sonido interno, recuerdo ese momento como si fuese hoy, me puse nervioso, se abrió la  puerta de ¨chegadas Internacionais¨, luego de esperar varios minutos aparece un señor alto con un cigarro casi por encender, y dice en voz alta y fuerte, “¡Vos es Napo!, ¡ Grande!, vamos no perdamos tiempo, vamos a cenar aquí, antes de reunirme con los dirigentes, de ti depende que será la historia de este fútbol, se muchas cosas de vos, no solo por venezolanos, hay mucha gente que sabe quién eres, tengo referencias de vos, así que confió en ti”, fueron las primeras palabras del profesor hacia mi persona.

Nos sentamos en una mesa y quise ser amable con él y me dijo, “yo soy igual que vos, somos iguales, no eres más que yo ni menos que yo, somos dos profesionales”. Allí me sentí con confianza, me estableció las reglas de la conversación, confiabilidad, sinceridad, honestidad, ética, todo eso me dijo antes de comenzar. Le respondí todas sus interrogantes, mientras consumía su cigarrillo junto a una copa de vino tinto. Sus exigencias eran gourmet, pasaron dos horas de conversación, al final me dijo. ¨Napo gracias, sos grande como tu nombre, tienes un corazón inmenso. Voy aceptar este reto, tú serás mi mano derecha, traeré a mis asistentes, Daguerre y Cirrincione. Tú me dirás a quien más recomiendas”.

Sentía tanta responsabilidad con esta misión asignada, y le dije de una vez varios nombres: Cañas Gerardo, Mateo Ramírez, Gerardo ¨Manga¨ Gutiérrez, Ali Cañas y Luis ¨Coco¨ Santos. Hacíamos un total de 12 personas. Anotamos todos los nombres, pero solo el cuerpo técnico  se definió en esta reunión.

Terminada la cena, yo quise pagar, ya que me habían dado dinero para atenderlo, y de acá vino la frase que marcó un antes y un después en nuestro fútbol, al decirme, “no seas boludo, yo pago. Ya verás ¨Napo, no vamos a ganar nada, pero vamos a cambiar esto y después que me vaya a la ¨mierda¨ sigue con esto que veras que cambiara todo¨. Debes aferrarte a la familia, ellos serán tu nafta (combustible), para emprender este cambio”. Esto de la familia se debió a que me contó su historia de vida, me dijo los errores que cometió, siendo joven, las imprudencias, entre otras cosas, lo más duro, fue su divorcio.

“Debes hacer lo contrario a lo que hice yo. Te ganaste mi corazón y confianza. Vamos a enfrentarnos a esos directivos, no vayas con miedo, enfréntalos que yo te defenderé”. Y así fue, llegamos al hotel y estaban ya en una mesa esperando al “Pato”, y luego del acto de presentación, me dicen, ¨Napo déjanos a solas que vamos a hablar, el profesor inmediatamente dijo “No, él será desde hoy mi mano derecha y todo lo que pase conmigo él debe saberlo¨. Me sentí en las nubes y empecé a tomar más decisiones durante ese proceso y en los sucesivos.

Me enseñó de todo. Un día sentados en su departamento en los Palos Grandes en Caracas, sonó su teléfono, jamás ponía atención a sus conversaciones privadas, cuando contesta en su voz alta, ¨qué haces Alberto, como andas¨, siguió la conversación  con su interlocutor y al final me dice, “napo vení, anótame este número”, y le digo, ya está Pato y ¿Qué nombre le coloco?, “ponle Alberto de Mónaco”, pensé que era un juego, pero no, era el príncipe de Mónaco, Alberto Grimaldi.

Al final del día que nos fuimos a nuestro hotel, ya que esa casa organizábamos los planes de la Selección desde las 10 de la mañana hasta las cinco de la tarde, con almuerzo incluido pagado por él, milanesas de carne. Les dije en el  camino a mis compañeros, los amigos del ¨pato¨ pueden ser recoge latas o príncipes”.  En efecto así era, humilde, sencillo, vestía la mejor ropa, pero se ponía también algo sencillo, dormía en un hotel de dos estrellas, así como también de siete estrellas, así era el pato.

Un día fue a mi casa en Margarita, llegó a un hotel de cinco estrellas de la época. Llegó, pidió permiso a mi esposa y se quitó la camisa y sus ¨cocuizas¨, hicimos un asado de mariscos y con vino incluido. Al final le dijo a mi esposa, “cuida a este negro y cuídense mutuamente”. Cuando recogimos la mesa, debajo del mantel había una nota, ¨aquí tienes 100 dólares para colaborar con el asado. Vos no podes gastar tanto dinero, siempre comparte los gastos¨. Enseñanzas tras enseñanzas viví con este gran ser humano. Gracias Pato, te honraré toda la vida y siempre estaré agradecido de darle al fútbol venezolano lo que somos hoy, sin ser mezquino vinieron otros ciclos que dieron más y más, pero desde aquí partimos.

Que descanses en paz profesor José Omar Pastoriza. Siempre te Recordaré.

Napoleón Centeno
@napocenteno
Caracas

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